



Construido por los romanos en el siglo II sobre el río Colomera, este puente de piedra de arco único conserva la esencia de una antigua ruta que conectaba el Mediterráneo con el interior ibérico. Su calzada empedrada, protegida por un ancho pretil, permitía salvar el cauce del río para ascender hacia las peñas donde íberos, romanos, visigodos y árabes levantaron poblados, molinos, castillos e iglesias. No servía solo a un núcleo cercano, sino que integraba la red viaria que desde el sur se adentraba hacia las mesetas centrales. Tras la conquista de Granada, se convirtió en un punto clave de conexión entre Loja, Moclín, Montillana, Granada y su Vega, siendo durante siglos —hasta las primeras carreteras modernas— el Camino Real a Madrid y el enlace del Poniente con los Montes, Jaén, Despeñaperros y la meseta castellana.

A escasos metros del puente romano, en el cauce del río, se encuentran los restos de un antiguo molino harinero que abastecía de pan al pueblo. Y frente a la calzada nos encontramos con la visión de espectaculares rocas calizas y margas de gran belleza. En estos
relieves creados durante el Jurásico y el Cretácico podemos ver como las placas se levantaron y se doblaron sobre si
mismas, hace millones de años.





–In memoriam–


